Jugada brusca
Estaba en un encuentro de fútbol americano donde jugaba mi nieto, que iba al octavo grado, cuando el árbitro indicó que había existido una falta y detuvo el partido. Al parecer, después de haber arrojado el balón, el muchacho que la había pasado, fue tacleado, lo cual hizo que se lanzara una bandera que indicaba el penalti. El comentarista, desde la cabina de prensa, dijo: «Hay una bandera en el campo. La falta fue jugada brusca al pastor… Quise decir, jugada brusca al pasador». En cuanto escuché eso, pensé: ¡Hoy Dios podría sancionar ese penalti a algunas iglesias!
Seguir instrucciones
Uno de mis pasatiempos de la niñez era armar modelos de aeroplanos. Cada vez que abría una caja nueva, lo primero que veía eran las instrucciones, pero creía que no necesitaba seguirlas. En mi mente, sabía exactamente cómo armarlo. Recién después de haber pegado algunas piezas, me daba cuenta de que había salteado un paso importante: colocar al piloto en la cabina de mando.
¿Más viejo o mejor?
Sabemos que estamos envejeciendo cuando decimos cosas como: «¿Puedes creer lo jóvenes que son esos jugadores profesionales de fútbol?». Y, sin duda, es una señal de vejez cuando ya no preguntamos: «¿Cómo estás?», sino que decimos como sorprendidos: «Oye, ¡qué bien que estás!».
Verdadera prosperidad
Hace unos años, el imperio bancario Citicorp presentó unas carteleras sobre el dinero: «El dinero cambia de manos: ¡Asegúrate de que no te cambie por completo!» y «Si la gente dice que estás hecho de dinero, ¡deberías tratar tu personalidad!». Estos anuncios daban una perspectiva innovadora sobre las riquezas.
Fuera de órbita
Todavía me asombra que podamos lanzar sondas al espacio interplanetario. Sin embargo, pienso qué desperdicio sería si, camino a Marte, esa sonda quedara atrapada bajo la fuerza gravitacional de un objeto menor e insignificante. ¡Cuidado! Esto podría estar sucediendo en nuestra vida.
Cubrir la brecha
Cuando mis hijos eran jóvenes, pensé que quedarían impresionados con algunos de los pocos logros que quizá yo había alcanzado: leerían mis libros y se asombrarían con mis invitaciones para disertar en conferencias. Sin embargo, después descubrí que no habían leído ninguno de mis libros y que tampoco tenían idea de los lugares donde había estado como orador. Cuando mi hijo mayor finalmente leyó uno de mis libros, ¡me dijo que la única razón de haberlo hecho fue para que yo dejara de decirle a la gente que mis hijos nunca los habían leído!
Pobres entre nosotros
En su libro Loco amor, Francis Chan cuenta de una familia que tiene una interesante tradición navideña. La mañana del 25 de diciembre, la familia Robynson no se concentra en abrir regalos debajo del arbolito de Navidad, sino en hacer panqueques y café para servirles el desayuno a personas que no tienen un hogar. Es una forma sencilla, pero creativa, de mostrar el amor y la generosidad de Dios a los pobres.
Mostrar, luego hablar
Hubo una época en que una ciudad del oeste de los Estados Unidos quizá haya sido el lugar más hostil del país al evangelio. Las cafeterías tenían carteles con anuncios de reuniones de hechiceros para aprender a embrujar a los enemigos.
Una hermosa melodía
En la primavera de 2009, Susan Boyle subió al escenario de Britain’s Got Talent (Gran Bretaña tiene talento). Comparada con los otros participantes, su aspecto no decía nada. Nadie esperaba mucho cuando colocó el micrófono junto a sus labios. Pero luego, comenzó a cantar. Los jueces quedaron atrapados y sin habla ante la belleza y la potencia de la voz que llenó el auditorio, mientras los deleitados espectadores se pusieron de pie para aplaudir. Todos se sorprendieron de que una canción tan apasionantemente hermosa procediera de una fuente tan insólita.
No es justo
«¡No es justo!» Ya sea que lo hayas dicho o que, al menos, lo hayas pensado, debes admitir que es difícil ver que alguien se sale con la suya y no recibe lo que merece. Esto lo aprendemos desde niños. Sólo hay que preguntarles a padres de adolescentes. Los chicos odian que a los hermanos no se los castigue por cosas por las que ellos recibieron una zurra. Por eso, siempre están chismorreando lo que hacen unos u otros. Pero, en realidad, nunca cambiamos. A nuestro modo de pensar, justicia significa que los pecadores merecen la ira de Dios y que nosotros, los buenos, merecemos Sus elogios.